Cuando el Maestro se encontró con
un grupo de profesores, habló largo y tendido con
ellos, porque también él había
sido profesor.
«Lo malo de los profesores»,
dijo, «es que suelen olvidar que el fin de la educación no es
el aprendizaje, sino la vida".
Y contó lo que le había sucedido
cuando, un día, se encontró con un muchacho que estaba
pescando en el río:
«Hermoso día para pescar, ¿eh?»,
le dijo al muchacho.
«Sí», respondió éste.
«¿Y por qué no estás en la
escuela?», le preguntó al cabo de unos instantes.
«Como usted acaba de decir,
señor, hace un hermoso día para pescar».
Y se refirió también al informe
escolar que había recibido de su hija pequeña: «Su hija
progresa bastante en la escuela,
pero sería deseable que su alegría de
vivir no le
impidiera
progresar aún más».